Por Adrián, en colaboración con Asexuales México y América Latina.
Nunca fui un hombre, lo que se le podría decir, normativo. Si bien me gustaba el futbol o, de alguna manera, para las demás personas en mi entorno no era un niño afeminado, tampoco participaba en algunas de las demás dinámicas en la adolescencia o la adultez que de una manera marcaban la línea, de modo que sí se notaba una diferencia con respecto a los demás hombres de mi edad.
Por ejemplo: en la adolescencia no estaba ese interés por las mujeres, no estaba ese interés sexual, tampoco captaba los dobles sentidos o cosas así. Esas dinámicas han sido muy ajenas a mi persona desde siempre. Y yo, por lo menos, durante mucho tiempo, lo atribuía a que era retraído socialmente, a que no era mucho de tener amigues o de socializar mucho. Para mí era un atributo de mi personalidad más que el significar que no tuviera una orientación sexual normativa, y en la adolescencia se cruzó con que era muy enamoradizo, digo, yo creo que también era en parte que había interiorizado mucho conceptos del amor romántico y no entendía muy bien mis emociones, en sí estaba toda esa parte del amor romántico, el querer conocer a esa persona, querer convivir, tener una relación más cercana, pero no estaba el componente sexual en ningún modo y esto me causaba conflictos, sobre todo en la secundaria, en la prepa, en los cuales no sabía cómo gestionar estos sentimientos.
Más tarde, justamente en la prepa, tuve mi primer enamoramiento intenso, lo que me llevó a querer actuar al respecto. Ese enamoramiento fue una situación complicada de triángulo amoroso de prepa, muy clásico la verdad, pero el justamente no ver ese componente sexual me causaba conflictos porque, si bien nunca fui correspondido, sí había cierta correspondencia emocional, pero nada más. También causaba cierto conflicto la falta de la atracción sexual a la hora de entablar una relación con esa persona en la preparatoria, porque todavía me acuerdo de que hubo una cierta ocasión en la que me invitó a ver películas en su casa y yo no entendía a qué se refería. Ahorita todo el mundo dice: «Era fácil de inferir para qué lo hacía, porque resaltaba que sus padres no estaban en casa…» pero yo no pescaba esas cosas así.
Al final no fui porque se enfermó el día que teníamos planeado, pero yo no entendía todas esas prácticas de los que decían que no íbamos a ver películas realmente. Nunca se llegó a concretar nada y nunca hubo más que interés, jamás llegó a algo más. Y lo entendí años después, ahora todo tiene sentido.
Después pasé a la universidad y todos andaban con la hormona alborotada con su relación y realmente a mí jamás me interesó; sí tenía interés en otras personas, pero jamás se llegó a concretar algo, justamente por la parte sexual.
Yo tenía nulo interés en ello y mucha gente interpretaba mis acercamientos románticos nada más como amabilidad, amistad, cosas así debido a la falta de esa expresión de atracción sexual. Tampoco es que yo fuera muy experimentado en la vida, y una amiga se dio cuenta de eso y como que se me acercó y, no lo sé, digamos que quiso hacer “su buena acción”, por así decirlo, y entabló una relación conmigo, pero era más como que: «Ay, pobrecito, no está experimentado: vamos a hacerle el favor». Y yo me terminé enamorando de ella y no entendía en qué contexto estaba esta relación.
Yo, por lo menos, lo entendía desde la parte afectiva, ella lo entendió más desde la parte sexual y esa incompatibilidad en cómo entendíamos la relación llevó a problemas y terminamos esa relación. Tuve mi primera experiencia sexual con ella, pero el no saber manejar los sentimientos generó muchos conflictos con ella porque yo quería entrar en una relación formal y ella no.
Después de eso me desentendí del tema de las relaciones amorosas porque me entró mucha frustración al no poder comprender qué era ese algo que causaba conflicto. Lo llegué a adjudicar a mi personalidad, a que no era lo suficientemente asertivo, agresivo como varón para entablar una relación y ser aceptado como tal. Y, pues, me harté y me desentendí totalmente del tema: ya no quería saber nada de amor, no quería saber nada de lo sexual.
Eso fue hasta que llegó otra persona de mi entorno social: la hermana de uno de mis amigos se interesó en mí y entramos a una relación. Pero fue más bien no porque yo tuviera el interés amoroso, sino porque a lo mejor decía que necesitaba ser correspondido y que se iba a generar un sentimiento con la persona para que realmente hubiera ese algo que hiciera que la relación funcionara.
Fue una relación complicada otra vez por el asunto sexual: yo no quería tener tantas relaciones sexuales, y llegó al punto en que le tenía que hacer prometerme que no iba a suceder nada de eso si la iba a visitar a su casa o íbamos a salir. Generó tantos conflictos que fue ahí cuando ya me empecé a cuestionar que no era que me correspondieran los sentimientos o que amara a la persona, o que me faltara algo para concretar la relación.
Empecé a investigar, a ver foros en internet, buscar respuestas y ahí encontré la comunidad de asexuales y me fui informando poco a poco, tratando de hacer el esfuerzo de que mi pareja también se informara, pero ella entró en negación de que no podía ser eso, con frases como: «Pero cómo, si tuvimos relaciones…” Ahí comenzó a hacer una serie de violencias psicológicas en mi contra, a cambiar la historia de como habían sucedido ciertos hechos entre nosotros. Por ejemplo: decía que yo era el que buscaba las relaciones, que yo era el interesado, y en realidad no había sucedido así. Ejerció mucha presión con este tipo de violencias y el abuso de confianza para tratar de introducir otra perspectiva de los hechos vividos.
Me trataba de meter la idea de que yo era el que siempre había querido las relaciones, que la buscaba, como para desacreditar que pudiera tener otra orientación sexual. Sus intentos se hacían cada vez más agresivos, al punto de llegar a dinámicas de abuso sexual hacia mi persona. Empezó a aplicarme todos estos mecanismos de violencia psicológica y sexual mientras a mí me estaban saltando un montón de dudas.
Con el paso de los años suena un poco ridículo que te quieran mentir y cambiar la percepción de los hechos que tú viviste, pero al haber una relación de confianza y al hacerte dudar tanto de lo que habías visto, escuchado y dicho, en algún momento empiezas a aceptar esa versión. Yo estaba en un momento de mucha duda e incertidumbre, también porque conforme me acercaba más a la comunidad asexual, mi pareja empezó a quererme llevar a terapia para centrar los problemas de la relación en mi persona. Sí, fue difícil: me había hecho dudar de todo realmente.
Vi que habría una reunión de personas asexuales y quería ir, le avisé a mi pareja y me planteó un ultimátum de que si iba a esas reuniones terminábamos, y yo sí le tenía afecto. Fue tan duro tomar esa decisión… al grado de que llamo a ese episodio “mi salto de fe”, porque con dudas y todo, fui a mi primera reunión de Asexuales México.
Fue un cambio enorme: sí, fue catártico porque, por primera vez, entendí que no estaba solo y que no era una rareza lo que me estaba pasando, ni una enfermedad. El verlo en vivo y a todo color con gente de carne y hueso cambió mucho la perspectiva de cómo pensaba las cosas y, justamente, me ayudó a disipar muchas de las dudas que tenía, porque también empezaba a cuestionar los estereotipos del varón, de que tenía que ser agresivo sexualmente, que tenía que proveer, todos esos estereotipos de género que me hacían dudar mucho sobre mi orientación sexual.
El verlo en vivo, con gente de verdad, no sólo ya con gente a través de redes sino en persona, me ayudó a cambiar la perspectiva y a generar confianza en todo lo que hacía, en cómo me sentía. Resultó que mi pareja se enteró de que fui a esa reunión y la relación murió ahí, me cumplieron el ultimátum.
Ha sido un proceso difícil el poder descubrirme y el poder aceptarme, el luchar con muchos estereotipos, mucha violencia psicológica… Mi vivencia y experiencia como varón asexual llegó al punto en el que tuve que enfrentarme a mi pareja, a la percepción de mí mismo, y a lo que es ser un varón en la sociedad. Todavía después de la reunión tenía esas dudas, todos esos procesos de violencia psicológica: me costó otro año o dos aceptarme totalmente como tal.
Si pudiera hablar con mi yo del pasado le diría que no hay que presionarse: todos los estereotipos de género no son más que eso, estereotipos, y no definen nuestra vida ni valor como personas. Mi historia estuvo muy marcada por lo que es ser un varón y cómo chocaba lo que yo era con esa percepción que la sociedad impone.