Por Ari, en colaboración con Asexuales México y América Latina.
Todo comenzó con un artículo en una revista adolescente sobre orientaciones sexuales. Mis compañeres y yo bromeábamos imaginando quién sería gay o lesbiana de adultes, pero aquel juego despertó en mí una curiosidad secreta. Me avergonzaba tomar la revista, así que investigué en internet con Google Traductor, porque todo estaba en Inglés. Y aun así, la pregunta que me perseguía seguía viva: «¿Por qué no sentía esa «atracción» de la que todes hablaban?». Una amiga, experta en «parejitas» desde el kínder, me decía: «Sólo dale tiempo». Pero el tiempo pasaba y yo seguía sin entender.
Me dediqué a leer sobre “cómo tener una pareja” y “qué hacer con tu pareja”. Y cuando un tipo se me acercó y me pidió que fuera su novia, yo le dije que sí. Aquí va otro chisme (jajaja) porque apenas me ando enterando de que, en ese entonces, alguien había suplantado mi identidad virtual y le estuvo coqueteando tanto con mi nombre y foto como para que él me pidiera ser mi pareja en público, con micrófono y flores.
Y claramente, la relación terminó mal, jajaja.
No era demasiado romántica a pesar de que había leído mil y un blogs de cómo serlo, y forzaba mis hormonas adolescentes, nada encajaba. Se lo comenté a esta misma amiga y me dijo: «No lo conocías del todo, así que no te preocupes. Chance para la próxima salga bien; mientras, practica.»
Y me lo tomé como reto personal: “la práctica te hace maestre”.
Me involucré en múltiples relaciones románticas, pero siempre chocaba con el mismo muro: la indiferencia hacia lo sexual (más allá de algún faje) y una desconexión emocional persistente. A los 19, tras probar incluso el poliamor, seguía sintiéndome vacía: «¿Por qué no funciona si hago todo ‘lo correcto’? ¿En algún momento sentiré lo que todes sienten?»
De repente, salió una publicación de Facebook sobre asexuales: algo que me hizo sentir más tranquila. Pero conociéndome, no fue suficiente y empecé a investigar más. Llegué a las definiciones sobre los tipos de atracciones y algunas experiencias que de verdad hacían que me identificara porque era como leer mis propios problemas (pero en Inglés).
Y veía como muchos de la comunidad LGBTQ+ les decía “mojigatos y puritanos” a los ase (conflicto mío porque en ese entonces ya había tenido un kilometraje algo largo en lo romántico y en lo sexual).
En la asexualidad no tuve problema con asentarme en el término, pero en lo arromántico fue todo un problema: tenía en mente la culpa que me daba no haber sentido atracción romántica por nadie en mi vida, además de que yo había tenido muchas parejas y las definiciones en ese entonces sólo llegaban a “alguien a quien que no le interesa tener pareja romántica”. Claro que eso no empataba conmigo, porque yo sí he buscado mil y una maneras de tener pareja, o al menos, una conexión genuina.
Vi que en Asexuales México tenían (y tienen) sus reuniones mensuales, y siempre me decía: «Esta vez sí voy» y no iba. Hasta que un día lo logré y, escuchando a todes, dudé de mi orientación sexual nuevamente: me sentí abrumada por todas las experiencias y las personas, y no encontraba manera de amoldar todo en mi cabeza llena de estrés y ansiedad. Aquí algo importante: estaba paniqueada porque tenía un ex que me perseguía a todos lados y me enviaba fotos de cuando yo salía a la calle, así que no ayudaba.
Pero mientras más estaba en el grupo, veía los memes y seguía de cerca su activismo, me di cuenta de que lo que me hizo dudar fueron mis nervios. Así que, después de calmarme y serenarme, empecé a participar de poco en poco, cada vez un poco más. Y me sentí más cómoda viendo cómo conectaba bien con todes.
“Todo sumó a cero, al final del día.”
Conocerse es el verdadero primer paso antes de experimentar. Hubiera evitado mucho dolor si hubiera tenido más información sobre los aroase y aceptado que tenía mala autoestima en ese entonces por permitir cosas con las que no me sentía cómoda. Después de un tiempo, pude entender que tener una etiqueta no es una cárcel como para seguir a pie de la letra cada definición. Separar la presión social de lo que eres realmente es liberador.